[OANNES Foro] El pecado del pescador

Señor de las Olas - ONG Oannes senordelasolas en gmail.com
Mie Abr 18 17:40:16 PDT 2012


El pecado del pescador
 
Tenia 10 años cuando me regalaron la primera caña de pescar, verde militar, mango de corcho y nomas de metro ochenta, con sedal muy fino y anzuelos pequeños dorados, como para mojarras, un carrete multiplicador simple, “Made in China” por supuesto, pero no recuerdo la marca.
 
Mientras seguía las instrucciones de armado, intentaba recordaba las lecciones mal aprendidas de nudos de pesc, mas fácil era hacer un nudo simple, bien ajustado, como solía hacer para mis zapatos. La caña permaneció en una esquina de mi cuarto, en aquel antiguo departamento en el que vivíamos frente al hipódromo de Palermo en Buenos Aires. ¿a dónde pescar? Era la pregunta que siempre me hacia. Pensaba tal vez llevarla a la laguna de Chascomus, para prender algunos suculentos pejerreyes, pero dependía de mi padre y la laguna bendita, estaba a ciento veinte kilómetros de mi hogar temporal. Por mas dominio que tenia de los trenes y la ciudad, solo nunca me dejarían ir.
 
La verde caña entonces se convirtió en la protagonista de mis historias imaginarias, donde prendido un pez vela, luchaba por horas por zafarse de mi trampa, como en la novela de Hemingway que acababa de leer, sin parar, solo la noche anterior, luego que el cielo se puso verde y se desato el temporal con impresionantes ráfagas de viento y granizo que azotaban las persianas de tormenta que tienen todas las ventanas porteñas.
 
Que lejos que estaba del mar, del Perú, de la oportunidad de pescar una gran presa. Fue entonces que llego un primo mayor de visita a la ciudad platense, y aburrido una tarde de sábado me pregunto: ¿Has pescado ya con esa caña?. Por supuesto!, dije muy seguro, aquí en el Rio de la Plata y en el Tigre se pueden agarrar algunas mojarras y bagres, también en Chascomus unos pejerreyes.
 
¡Bahh! No te creo. Me replico mi pariente. ¿Por qué no vamos al parque de Palermo y pescamos unas mojarras? He visto varias por ahí en las lagunas. Yo le digo al Tío para ir juntos.
 
Cual sueño fantástico realizado, la caña verde salió por primera vez del departamento lista para su primera faena pesquera. Y ahí frente al Zoologico, dentro del parque, en lo profundo de la espesura del bosque, entre Alcorta y El Libertador, estaba la laguna de las mojarras. Saque la caña armada de la bolsa, puse una de las lombrices recién compradas para carnada en el anzuelo dorado, me acomode para resistir el tirón de mi primera presa y lance el arte, pero ante mi sorpresa; anzuelo y boyarín cayeron al centro de la laguna desatándose del sedal de la caña.
 
¡Eres un papanatas! Dijo mi primo con una larga carcajada ¿Y has traído mas anzuelos? Me pregunto. Pero la risa y la burla no cesaron al saberse que la caña solo traía un anzuelo y un hermoso boyarín rojo con blanco, solitarios compañeros de una lombriz moribunda en el centro de la laguna.
 
Acongojado y triste, con lagrimas de ira por mi primer arte de pesca perdido, regrese a mi departamento, decidido a convertirme en un serio pescador del cual nadie nunca mas se reiría y con el tiempo aprendí algunos trucos, mejores nudos, identifique las mejores carnadas, e hice pescas memorables de lenguados, zorros, pampanitos, tollos, chitas, pintadillas, cherlos, pero con otras cañas, de esa caña verde, testigo de mis sueños caribeños, nunca supe nada mas, quizá se perdió incompleta y frustrada, luego de la mudanza de regreso a mi querido Perú.
 
Finalmente algunas viejas cañas de pescar, junto con sus aparejos, algunos rotos y otros incompletos, quedaron en el rincón de los recuerdos, al descubrir mi pasión por la pesca submarina a pulmón, una forma de pesca mucho mas seria.
 
La pesca con anzuelo y con arpón, son dos de las practicas mas antiguas de captura de peces que el ser humano desarrollo en sus orígenes.
 
Hace solo unos días, Javier Castagnetto, un amigo pescador submarino comentaba por correo, que buceando entre libros y la internet, había encontrado algunos interesantes relatos sobre la pesca con arpones del antiguo Perú en un comentario que hace el Padre Bernabé Cobo en su libro "Historia del Nuevo Mundo", allá por el siglo XV. Y también en otros textos de cronistas.
 
“...nadaban solo con la izquierda con gran ligereza y zambulléndose tras el pescado lo siguen hasta alcanzarlo y clavándolo con la fisga lo sacan atravesado a la orilla”.
 
Así que además de la típica caña de palo y redes y cordeles de algodón trenzado, los antiguos pescadores del Perú usaban arpones y además se sumergían buscando peces. Pero sus capturas también se lograban desde fuera del agua.
 
"Una última modalidad, acaso una de las más antiguas es la que se realizaba con arpones hechos de hueso de ballenas o de madera. El padre Joseph de Acosta señala su uso en el siglo XVI y XVII y Garcilaso señala que los pescadores usaban arpones sujetos a un cordel. Frederic Engel, entre otros investigadores del pre cerámico encontró varios arpones de hueso en los basurales de la costa, como Chilca y Paracas. Los arpones en un inicio podrían haber estado ligados a la caza de lobos marinos y luego, con el uso de embarcaciones, a la pesca de presas grandes."
 
Por si fuese poco los relatos de los cronistas, confirman que los pescadores peruanos se dedicaban también a la Lechuza (pesca nocturna)...
 
"El mismo Gutiérrez de Santa Clara hace referencia a la pesca nocturna, donde iba: “mucha cantidad de indios por la mar adelante en muchas balsas y llevan grandes luminarias y lumbres encendidas de teas o pino. Y como estos van de esta manera encandilan los pescados que abobados y atónitos se paran a mirar la lumbre como cosa nunca vista por ellos y luego se vienen allegando a las balsas, y allí los arponean y flechan o los toman a mano...”
 
Sea como sea, el pescador con su ancestral ingenio para la captura soluciono uno de lo principales problemas del ser humano: su alimentación, la de su familia y la de la tribu, muy probablemente.
 
En esos tiempos, es seguro que sus excedentes de pesca, le permitían el trueque de pescado por otros alimentos o artículos que mejoraban la condición de vida. Con lo cual poco a poco asentaba su liderazgo en la comunidad.
 
Pero en algún momento la pesca dejo de ser un acto de supervivencia para pasar a ser una actividad comercial, y es así que hace algunos miles de años el pescador se dejo llevar por los pecados de la vida mundana, olvidando por completo el decimo mandamiento (que muy probablemente no conocía aun) y se dejo llevar por la codicia, razón fundamental de todos los problemas, que hoy encaran sus descendientes, varias generaciones despues.
 
Sin duda la codicia es el mayor pecado contra el medio ambiente marino, por que nos hace presumir convenientemente que su fauna o flora, no son mas que recursos inagotables. Nada mas falso.
 
Si bien es cierto los recursos marinos, son renovables. Su renovación depende de una administración sustentable, la captura justa, en peso justo, cantidad justa y en el tiempo justo. Pero obviamente para poder pescar un recurso de manera sustentable, primero debo asegurar su existencia y luego la capacidad de renovación de sus stocks.
 
Esto resulta imposible sin investigación y con practicas de pesca altamente depredatorias, mas aun en la zona costera donde existen numerosas especies que no han sido siquiera estudiadas, de las cuales no se conoce aun su ciclo biológico, ni su importancia en el nicho que ocupa. Pero que sin embargo “a priori” nosotros ya presumimos su importancia como parte de la riqueza en biodiversidad que tiene nuestro mar.
 
Existe tecnología de pesca que ha permitido la recuperación de stocks de especies que se consideraban casi extintas o en peligro de extinción. Casos como el del pez espada del atlántico norte, son dignos de mencionar como un ejemplo. Ya que solo un cambio singular en el diseño de los anzuelos, impide que estos peces se lo traguen y pueden ser devueltos al mar vivos y con daños menores, si la talla no es la adecuada, protegiendo su sustentabilidad como recurso.
 
Otro ejemplo similar es el de la pesquería del halibut en el norte del pacifico. O por que no mencionar también como ejemplo, los mecanismos de escape de tortugas o juveniles de merluza, en redes de arrastre.
 
Todos estos son casos donde la tecnología de pesca, encuentra formas de “no matar a la gallina de los huevos de oro” sin dejarse llevar por la codicia ciega, el gran pecado del pescador.
 
La pesquería peruana esta lejos aun de estos logros, que no son mas que logros que se obtienen con conciencia responsable.
 
En el caso de la pesquería con arpones, por ejemplo, no somos capaces siquiera de enfrentar la codicia de algunos mal llamados pescadores submarinos, una practica de pesca ancestral en el Perú, como ya hemos visto.
 
Estos pescadores comerciales, antes que practicar su actividad con solo el aire que puedan almacenar en sus pulmones y estableciendo limites en cantidades de captura y pesos mínimos, como algunas entidades deportivas ya han instituido “a priori” entre sus miembros, aquí en el Perú. Pescan cientos de peces con arpón, incluidos los grandes meros y lenguados durante la noche, con un suministro continuo de aire comprimido, no tienen la necesidad fisiológica de salir a respirar el aire de la superficie. Muchos de ellos incluso practican el arreo de especies a redes fijas (traqueteo) o el recojo de animales fondeados por la explosión de la dinamita.
 
La pesca submarina a pulmón, es una actividad extractiva altamente selectiva y puede ser perfectamente regulada. Existen países como España por ejemplo, donde en algunos lugares el máximo de captura diaria de un pescador submarino a pulmón no excede de los 5 kilos, existiendo control por especie, talla y peso. Ahí la pesca con tanques o compresora esta totalmente prohibida y ni que decir de las otras malas practicas ya mencionadas. El control de la actividad le corresponde a las capitanías o sargentos de playa y no existe un solo buceador en apnea que no este debidamente registrado ante un club o gremio de pesca.
 
Un lego en la materia, debería saber que una de las técnicas mas conocidas y exitosas de la pesca submarina en apnea, es la “pesca en espera”. Es decir, el pescador o cazador ubica un lugar en el fondo donde espera inmóvil a que la curiosidad natural de los peces, los lleve hacia ellos para poder capturarlos. Implica que el buzo este muy bien entrenado y que sea capaz de retener el aire un poco mas de 60 segundos. Para lograrlo, se utilizan técnicas de hiperventilación con las que se logra incrementar la cantidad de oxigeno y reducir la cantidad de CO2 del aire retenido en los pulmones. Pero es una técnica muy peligrosa, por que precisamente el CO2 al ser detectado por los alveolos pulmonares, detona la sensación de ahogo, esa arcada que nos obliga a salir a la superficie a tomar aire. Estas técnicas, mal usadas pueden hacer que un buceador a pulmón, no reciba la alerta y se ahogue en la inconciencia. Muchos de los buzos a pulmón, lo saben y por tanto conocen sus limitaciones. La mayoría sale a tomar aire con la primera arcada, para impedir el adormecimiento o “muerte dulce”.
 
Eso no sucede con un buzo dotado de escafandra autónoma o aire de una compresora. El puede respirar de manera continua y relajada bajo el mar, y aunque se expone a otros riesgos, también serios. Sus probabilidades de capturar peces grandes se incrementan notablemente, pudiendo capturar mayor numero de peces o peces mas grandes. Algunas pescas de meros hechas con tanque o compresora, son realmente abundantes.
 
La codicia una vez mas, lleva a los pescadores a romper los limites de la sustentabilidad, basada en una pesca selectiva y responsable. Y por supuesto a poner en riesgo su seguridad personal, con la probabilidad de accidentes mortales o que pueden dejarlo loco o paralitico, por una descompresión.
 
Es la misma codicia que lleva a un patrón de lancha bolichera a cargar su barco mas allá de la línea de flotación, exponiendo su vida y la vida de todos sus tripulantes.
 
Ese pecado capital, ronda aun por la mente y corazón de los descendientes de aquel primer pescador codicioso que rompió los limites naturales de su paraíso, comiendo la manzana prohibida de la depredación, pensando que la fauna marina es inagotable.
 
La pesquería peruana en todos sus estamentos, incluyendo los procesos productivos, pecan de codicia, hace falta decisión y educación, por que finalmente si las nuevas generaciones aprenden y comprenden que el codicioso se come incluso el pescado de mañana, tal vez la mar nos de una oportunidad.
 
Aquella caña de pescar perdida en la nebulosa de mi infancia, y ese reinal con boyarín, flotando en el centro de una laguna bonaerense, me permitieron descubrir a lo largo de mi vida, que la pesca no es una actividad sencilla, requiere de un gran aprendizaje no solo de técnicas de captura, sino también de formación moral y ética.

Saludos.

Francisco J. Miranda Avalos
Presidente del Consejo Directivo





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