[OANNES Foro] Exposición de Luis Banchero Rossi

Carlos Córdova carloscordovac en yahoo.com
Jue Mayo 8 18:40:11 PDT 2014



Señor Francisco Miranda Avalos:
 
Hace 45 años, el 08 de mayo de 1969, Don Luis Banchero Rossi, realizó una excelente y valiente exposición ante el gobierno revolucionario de las Fuerzas Armadas, en la que destacó la importancia de la pesquería para la alimentación, que adjunto a continuación.
 

Carlos Córdova Cerrón
Actualidad Pesquera
 
 
 

Exposición ante el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas
08 de mayo de 1969
 
La Sociedad Nacional de Pesquería congratula al Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas y al señor Ministro de Agricultura por el permanente y constructivo diálogo entablado con el sector privado para el estudio y solución de los problemas nacionales, así como a los Ministros de Hacienda y de Trabajo que asistieron a su apertura con amplio espíritu de comprensión de los problemas sectoriales.
 
“EXTREMA GRAVEDAD EN EL ABASTECIMIENTO DE ALIMENTOS”
 
Al iniciarse este Gobierno, tuve oportunidad de fijar mis conceptos personales sobre lo que considero el más grave de los problemas económico-sociales del Perú.  Puedo hoy repetir lo que escribí entonces:
 
“Los comentarios que de tanto en tanto se hacen en el país y en el exterior sobre la gravedad de la crisis de abastecimiento alimenticio del Perú y las cifras que las acompañan se han repetido tantas veces, que la costumbre de considerar este problema como insoluble a corto plazo ha inducido hasta ahora a los dirigentes a adoptar una actitud de callada resignación cuando no de silencio deliberado y derrotista.  Se ha supuesto que toda solución firme, dedicada e inmediata, tendría que ser simultánea con la explicación al pueblo de los errores en que ha venido incurriendo el Estado al deprimir la producción agropecuaria, no promover la elaboración industrial de alimentos, desoír las advertencias de estamos llegando a condiciones que sin exageración pueden ser calificadas como catastróficas, permitir pasivamente la sustitución de los productos alimenticios nacionales por los importados, localizar el abastecimiento principalmente en el
 rubro de los alimentos de alto precio y desplazar lenta pero seguramente el consumo hacia los que disponen de medios para adquirirlos, con olvido de la necesidad nutricional de los que, por carecer de esos recursos, se ven reducidos a una dieta absolutamente insuficiente para subsistir.”
 
“Y tal supuesto es cierto, porque no es posible ocultar por más tiempo esos errores, que por lo demás se repiten en nuestro país desde hace varios lustros, aunque en verdad no se trata de denunciarlos, sino de corregirlos y enmendarlos con medidas eficaces y urgentes si se quiere evitar que precisamente lleguen como banderas demagógicas a los sectores más damnificados.”
 
“Es evidente que la corrección de las condiciones presentes requiere de una política constructiva cuyos resultados sólo se obtendrán a plazo largo.  En efecto, no podría crearse una condición satisfactoria de autoabastecimiento siquiera relativo en cuanto a los alimentos esenciales, sin planes intensivos y de ejecución tenaz y prolongada sobre producción peruana de cereales, arroz, carnes, etc., nada de lo cual es ni puede ser obra de un día sino de años de rectificación planificada, de promoción en el sentido vertical de tonificar la economía del productor y –lo que es más importante- en el sentido horizontal de fomentar una vasta y capacitada economía de consumo”.
 
“No obstante, ni la más perfecta planificación ni la más decidida determinación para ejecutarla serían ya suficientes –sino a largo plazo- para atender una situación en extremo aguda que está planteada con carácter plenamente actual y que demanda, además de esos planes y medidas de orden quinquenal o decenal, una solución inmediata, realista e impostergable.  “Se trata pues literalmente de una situación que podría definirse como “hambre sectorial” constituida por el aumento cuantitativo y cualitativo de la demanda con una producción cada vez más insuficiente en ambos conceptos.”
 
“Es fácil llegar a la conclusión de que hay una emergencia grave, cuyo solo enunciado podría acarrear al país incalculable trastorno.”
 
“Como es incuestionable que el país se encuentre ante una emergencia, se debe sin perjuicio por supuesto, de las soluciones a largo plazo- encarar las medidas inmediatas que estén al alcance de los gobernantes.  Y que se planteen formas que no sean precarias o transitorias como la de aumentar las importaciones, sino que tengan valor permanente e indefinido.”
 
“La producción clave tiene que ser la que pueda fomentarse de manera más simple directa e inmediata y a costo relativamente más bajo.  Características tales puede ofrecer la pesquería”.
“Le corresponde esta función porque en el Perú existe ya el nivel adecuado de eficiencia pesquera; porque el país lo exige ante la más vital e importante de sus emergencias, como es la de la falta de alimentos, el empleo a fondo de todos los medios disponibles para la máxima explotación de sus recursos naturales.  Y porque en fin, lo exige también la hora presente que vive el Perú frente al panorama internacional.”
 
“En las actuales circunstancias, en que los países desarrollados han iniciado un masivo esfuerzo, una ‘verdadera carrera hacia el mar’ para participar en mayores proporciones en la extracción de pescado, es oportuno reconsiderar la posición del Perú en materia de política económica pesquera.”
 
“Se ha repetido en muchísimas oportunidades que somos los primeros productores de harina de pescado en el mundo y consecuentemente los que mayores volúmenes extraemos del mar; esto que es una verdad y que nos enorgullece, no debe hacernos olvidar, sin embargo, que deberíamos dar también atención a la explotación de otras especies de un valor mucho mayor.”
“Estamos pues situados ya en una posición de desventaja frente a otros países, desventaja que se acentúa aún más si se tiene en cuenta que en la carrera iniciada para la conquista de las riquezas marinas, nuestro país no se encuentra en las actuales circunstancias ni siquiera en la línea de partida en cuanto a pesca de consumo se refiere”.
 
Países como Rusia, Estados Unidos, Japón, los países nórdicos, Canadá, Gran Bretaña y otros, han iniciado ya un proceso en gran escala de inversiones destinadas a capturar peces donde quiera que se encuentren.  Al mismo tiempo, fundamentan sus intereses en principios doctrinarios, tales como el de la ‘ocupación económica’, el de la ‘abstención’, que se aplicaría a los países que pretendan pescar en zonas ya ocupadas y que hayan alcanzado el límite de pesca sostenible, y el de la ‘tradición histórica pesquera’ que resumiría los principios anteriores, todos los cuales conformarían una posición de dominio y condominio de determinadas arcas de pesca a favor de un Estado o grupo de Estados con exclusión de los demás”.
 
“Frente a estos planteamientos, la defensa de los derechos soberanos del Perú sobre las 200 millas, que se sustenta en claras normas jurídicas y en evidencias geográficas, alcanza la plenitud de su significado con el contundente argumento de su explotación económica.  En esa dimensión, la explotación de nuestro mar, el mar peruano, no sólo podría satisfacer la necesidad alimenticia interna, sino también las de orden mundial como es el caso, hoy, de la industria harinera.  Esas 200 millas que son definitivamente nuestras, ostentarán además de sus propios títulos, el efecto innegable que lleva como sello realista todo derecho de propiedad: el uso.
 
“Para ello, no cabe ninguna duda que es necesario acrecentar la ‘conciencia pesquera’ que hoy recién empieza a vislumbrarse en nuestro país.  Es necesaria una mística de desarrollo, de audacia, de impulso hacia el futuro que ayude a completar el ‘milagro de la pesquería peruana’.  Esa mística debe ser la inspiración de una conducta que nos lleve a asegurar la participación peruana en las decisiones respecto al abastecimiento mundial de proteínas, mediante la plena explotación de nuestra cuarta región natural y económica: el mar territorial.
 
“En un programa nacional tiene que mencionarse pues en primer término la pesquería para consumo humano. Pero se trata de un riesgo de insoslayable significación aún sin mencionar la inversión.”
 
“En esos riesgos figuran:
a.  La condición aleatoria por definición de la actividad extractiva pesquera en cualquiera de sus aspectos.
b.  Indeterminación y aun el desconocimiento del potencial extractivo.
c.  La inherente irregularidad del abastecimiento como consecuencia de lo antes dicho.
d.  La ausencia de adecuados criterios promocionales.
e. La desordenada y casi siempre exterminante acción de agentes públicos como los municipios, las autoridades de mercados, etc., que no se sujetan a planes de acción coherentes en sus respectivas esferas;
f.  La lucha contra incomprensivos prejuicios e inconvenientes hábitos dietéticos arraigados en la población consumidora o que está llamada a serlo, y
g. Entre otros más, la ausencia de la infraestructura necesaria para la descarga, el transporte, el almacenamiento, la distribución y el expendio mismo.
 
“Afrontar el riesgo significa pues no sólo exponer a resultados inciertos, y no pocas veces frustrados en el pasado una inversión de considerable proporción sino plena confianza en la eficiencia, firmeza y continuidad en la decisión, capacidad de coordinación sobre fuerzas dispares y aptitud para alcanzar, con esfuerzo perseverante y podría decirse, casi misionero, la colaboración  de todas las entidades paralelas y concurrentes del sector privado, de la actividad sindical y de la autoridad misma en todas sus formas.”
“El precio que se pague por un esfuerzo de tal clase estaría siempre justificado.  La pesquería puede en efecto permitir al Perú la sustitución con ventaja de cualquier actividad económica del litoral que resulte deprimida, desplazada u obsoleta en el curso del cambio económico que vivimos.
 
“Nos corresponde ahora examinar en detalle los diversos aspectos de la actividad pesquera y de su sector, considerando en sus caracteres diferenciales los problemas que confrontan, los objetivos que a nuestro juicio deben perseguirse y los medios que consideramos del caso sugerir para realizarlos.  Para ello debemos establecer, si quiera provisionalmente, tres grandes capítulos de estudio y mencionar dentro de ellos los factores esenciales de organización, nivel técnico, economía, inclusive comercialización y aporte humano o comunicación social.  Se trata, en sustancia, de incluir masivamente los productos del mar en la nutrición nacional.”
 
	1. El medio más antiguo es la pesquería artesana, que tradicionalmente llevaba al hogar peruano el pescado fresco sin procesar.  En otras épocas esta pesquería pudo cumplir a medias su misión de abastecer la demanda del consumidor.  El veloz crecimiento de la población ha elevado las expectativas de una mayor producción a términos que distan mucho de las posibilidades artesanales.  El factor organización es en este, como en otros campos, el elemento esencial para corregir el desequilibrio.  De las comunidades pesqueras primitivas hemos pasado a un estatus en el que hemos olvidado todo lo que significa organización.  La pesca artesanal no ha podido, ni por operatividad ni por el mecanismo “sui generis”, que norme su actividad comercial adecuarse al ritmo de eficiencia y consecuentemente de abastecimiento, tanto cuantitativo como cualitativo, que exigen las crecientes necesidades alimenticias del país.
 
Debido a los hábitos alimenticios y al propio significado de la pesca artesanal, por la cantidad de pescadores que ocupa y el valor económico que representa, estimo que el Estado no solo debe mantener sino alentar esta importante actividad artesanal; formulación del censo gremial y de estadísticas seguras crédito para renovación y aumento de embarcaciones y adquisición de equipos modernos de trabajo y seguridad; entrenamiento; responsabilidad ante seguros colectivos de vida, de riesgos marítimos, construcción de la infraestructura portuaria requerida; establecimiento de cámaras frigoríficas y transportes adecuados desde los terminales hasta las distancias criticas de conservación y transferencia al consumidor; regulación racional de las cifras relativas a un eventual pero frecuente exceso de producción y un mercado que no llega a aprovecharla por defectos de comercialización; elevación de la capacidad económica del pescador y promoción
 de su nivel familiar y social; aprovechamiento máximo y ordenado del funcionamiento de los terminales pesqueros y otras metas que podrían señalarse, tales como la eliminación de intermediarios artificiales; creación de una conciencia pesquera que convenza de las necesidades de conservación y elimine practicas destructivas y permita que se sienten por fin las bases de una sana coordinación de las funciones municipales sanitarias, de tránsito, mercadeo y aprovechamiento integral de la pesca obtenida.
 
Se llegara de este modo, a plazo relativamente breve, a la meta de asegurar la defensa de los beneficios legítimos del pescador artesanal permitirle cumplir al máximo su elevado aporte a la masa popular.
 
Nada de esto podría alcanzarse sino se habilita a la pesquería artesanal con un sistema organizado de crédito destinado a esta actividad a través del Banco de Fomento Agropecuario cuyas normas y mecanismos deberán ser adecuados a este propósito.
 
	1. Al lado de la pesquería artesanal y como distinta línea de productividad, el consumo humano debe ser satisfecho en el país a través de la gran pesquería industrial, cuya realización y desarrollo solo es posible sobre seguras bases empresariales.
 
En efecto, es la empresa la única forma de organización capaz de afrontar la ingente tarea de planificación, infraestructura y técnicas de extracción y conservación, de procesamiento y comercialización.  Sobre todo, se requiere de la empresa para la obtención de créditos inmobiliarios a largo plazo y de crédito comercial oportuno y suficiente.
 
Tres son los grandes campos de la industria pesquera de alimentos: el pescado fresco, el congelado y el de conserva y productos elaborados.
 
En proporciones mayores, los problemas de esta industria son básicamente los de la pesquería artesanal.
 
No es posible olvidar la experiencia de la inversión en la industria de conservas.
 
Las vicisitudes de esta industria son bien conocidas.  Una equivocada política fiscal tenazmente proseguida por varios lustros redujo el número de plantas operativas de 69 a únicamente 3 o 4 que existen en la actualidad.  Con ser muy grande, la pérdida sufrida no es solo económica, sino también de importancia social, porque las plantas que han sido cerradas daban trabajo principalmente a mujeres en lugares de la costa donde no es posible hallar fácilmente otras formas de ocupación femenina.  Es verdad que a partir de 1963 se inició una política de rectificación de los excesos fiscales que culminó con la dación de la Ley 15742 y su reglamento pero sus efectos recaían, ya por tardíos, sobre condiciones irreversibles de destrucción y desaliento que aún subsisten.
 
Si tomáramos, por ejemplo, la industria de conservas más susceptible de ser intensificada, que es la del atún, tendríamos que confrontar problemas no resueltos en forma alguna.  Como política externa sería preciso alcanzar el objetivo de que fuera abolida la barrera arancelaria de 35% ad valorem que los Estados Unidos mantienen sobre el atún envasado en aceite.
 
En política interna, debe extenderse no solo los plazos de amparo de la Ley 15742 sino su campo de aplicación para comprender la exportación, sin la cual esa industria no es posible en vasta escala.  Precisa, por otra parte, intensificar sus efectos en relación con diversos factores del costo y facilitar las posibilidades de integración dentro de complejos más amplios de pesquería industrial.  Estas conclusiones son plenamente válidas para toda la pesquería industrial de consumo humano.
 
Antes de terminar de hablar sobre el rubro de la pesca en relación con la alimentación humana, conviene señalar aquí el hecho de que hayan venido registrándose sucesivamente reiterados fracasos en lo relacionado con este aspecto.  Por dos veces, los industriales pesqueros, en el seno de la Sociedad Nacional de Pesquería, pero actuando en forma de agrupación empresarial, han llevado a la práctica esfuerzos considerables a través de dos compañías constituidas al efecto, con elementos tales como la publicidad más vasta, inclusive la preparación de alimentos en ferias y mercados, demostraciones de cocina por televisión y en folletos especiales adquisición de vehículos de diseño específico, apertura de puestos propios en los mercados populares.  De otro lado, en ocasiones que se hicieron  publicas con toda amplitud, empresarios extranjeros y peruanos han emprendido las mismas labores y hasta lograron en determinados momentos las
 perspectivas del éxito.  Sin embargo, estos costosos empeños han tenido por común denominador la frustración debido a los factores ya indicados.
Este es otro de los grandes capítulos que me propuse tratar al iniciar esta exposición.  La pesquería es una actividad que conlleva de modo inherente el riesgo.  No obstante, y a pesar de innumerables quebrantos y sacrificios, hemos logrado, muchas veces en medio de la incomprensión general, constituir nuestra Cuarta Región Natural, el mar, en una zona económicamente viva.
 
En los últimos quince años la industria privada, sin ayuda alguna del Estado, ha constituido año tras año una extensa y costosa infraestructura para las operaciones de descarga de anchoveta y de embarques de harina en caletas deshabitadas; ha revitalizado otras donde los puertos habían muerto y ha fundado o engrandecido imponentes ciudades pesqueras.  Sus resultados económicos alcanzan al 30% de la provisión de divisas para el país, a la ocupación de decenas de miles de pescadores y de trabajadores de tierra, a la multiplicación de astilleros especializados y de fábricas de insumos y a la subsistencia, a través de estos factores, de cientos de miles de peruanos.  En síntesis, la pesquería ha engrandecido física y económicamente al Perú en notable proporción y lo ha convertido en el primer país pesquero del mundo, posición que sostiene actuando en un mercado de extremada y febril competencia.
Para llegar a este nivel excepcional, sin duda, en comparación con casi cien países en los cinco continentes, la pesquería peruana se ha valido solo de sus propios medios.  Y habría podido llegar a un grado de desarrollo mucho más espectacular y productivo si el Estado, si las fuerzas políticas y la opinión pública se hubiesen compenetrado antes de ahora, es decir, en estos años últimos, de un verdadero espíritu pesquero y hubiesen edificado en el momento preciso la definida y permanente política pesquera que por fin parece hoy haber logrado estructurar.
El Perú ha llegado así a un nivel de aptitud tecnológica que no es preciso subrayar, como no sea para decir que los perfeccionamientos a que inevitablemente debe llegarse en la calidad del producto, el aumento de su valor real, la reducción de los costos operativos y la superación de esta actividad, requieren ‘sine qua non’ de una plena estabilización de la confianza en la inversión y el crédito.
 
Tal estabilización y confianza nunca se dieron plenamente para la industria harinera.  Como se recordará, surgió bajo el impulso de la audacia y espíritu de riesgo de sus hombres, que generaron una actividad como nunca antes se había visto en el país.  Casi nada se aprendió de nadie; todo fue creado por nosotros mismos, mejor dicho, improvisado.  Su desarrollo explosivo, no previsto, más bien incomprendido por quienes no participaron directamente en esta hermosa y dura aventura, no facilito por ejemplo la creación de sistemas financieros que permitieran superar la crisis que inevitablemente debían de presentarse.  De 31 mil TM producidas en 1956 se pasó a 800 mil TM en 1961 y a un millón y medio en 1964 hasta llegar a casi dos millones que es lo que producimos hoy día.  Para llegar a esta situación, la industria ha debido sobrevivir a muchas crisis de distinta naturaleza, tales como la de 1960, la de 1963, y la de 1966.  Así,
 de pocas decenas de millones de soles, se pasó también a miles de millones de soles en deudas.
 
La industria ha alcanzado sus actuales logros de relieve mundial a base de iniciativa, compromiso de todos sus recursos, esfuerzos, tecnología, y realizaciones, de lo que podemos sentirnos orgullosos. Pero no ha logrado completar, y en algunos casos ni siquiera, iniciar, sus programas de consolidación financiera.  La deuda pesquera sigue siendo inmensa y tendrá que ser mayor, a medida que lo exijan el adelanto técnico y la competencia mundial. Bonos, hipotecas civiles y navales, adelantos, garantías y, por supuesto, créditos directos de magnitud son hoy la realidad de la industria en todos sus niveles. Debe ahora la pesquería dar el salto definitivo hacia el cabal perfeccionamiento de su producto, pero es necesario recordar antecedentes negativos que no deben ser perdidos.
 
En efecto, en 1964 se dio la Ley 15048 de reajuste pesquero, pero las urgencias y la incomprensión del fisco dejaron poco a poco sin vigencia las medidas de adecuación tributaria que se había adoptado y solo a la luz de la evidencia de numerosas quiebras de empresas de primera magnitud, se convenció el país de error y se llegó a la estabilización temporal de la tributación pesquera por la Ley 16694 de octubre de 1967, que suspendió los efectos de la Ley de Quiebras para las empresas pesqueras y creo, a partir del 10 de abril de 1968, un régimen de garantías de las inversiones, estabilizando la tributación por cinco años, uniformizándola con la de las demás actividades de exportación.
 
Cuantos conocen la realidad pesquera saben que nada en ellas es asunto de uno o dos años, sino que sus programas de inversión y financiamiento tienen que ser a mediano y largo plazo. Esta es la razón de la estabilidad tributaria al mínimo de cinco años fijada por la ley 26694. Se trata de un estrecho periodo dentro del cual la harina de pescado peruana tiene que mantener y ampliar sus mercados, enfrentarse a la agresiva y creciente competencia de las demás proteínas como la soya, harina de carne y otras, que en los países que las producen tienen tanta importancia nacional y económica como la que corresponde en el Perú a la harina de anchoveta.
 
Está ya a la vista la aparición en el mercado de las proteínas de petróleo cuyos avances técnicos y comerciales son cada vez más amenazadores.  Dentro de un futuro indudablemente incierto, la estabilidad que por cinco años establece la Ley 16694 no es más que un acto de justicia tributaria, con el que demuestra el Estado su convicción de que debe cesar la discriminación fiscal contra la pesquería harinera, cuando todavía en muy pocos años nada más que un recuerdo, como lo es hoy la industria conservera.
 
Los costos han ido en aumento y solo pueden ser equilibrados con hechos tales como la natural renovación de flotas impactadas año tras año por la obsolescencia.  La fusión de empresas en un proceso de integración vertical y horizontal, para llegar desde la faena extractiva de buen índice económico hasta la producción optima es uno de los recursos que se están aplicando con la intensidad y amplitud que es posible.  Pero problemas de tanta importancia como la calidad y costo de los envases, aprovechamiento del agua de cola, instalaciones artificialmente sobrevaluadas por medidas fiscales, embarques a granel o por pelletizacion, no pueden ser resueltos si no en un clima de estabilidad tributaria y consolidación financiera que origine la confianza y a través de ella pueda llegarse a la inversión de créditos y capitales de crecido volumen.  Es por ello esencial mantener la confianza en la ley de estabilidad tributaria, de la que nacen y
 viven la inversión, la reinversión, y sobre todo, el crédito.  Así lo ha comprendido el Supremo gobierno al haber prorrogado, mediante Decreto Ley 17564, la suspensión para la pesquería de los efectos de la Ley de Quiebras, a fin de evitar, como una medida de extrema emergencia, la liquidación de parte de la industria.
 
Pero debe tenerse muy en cuenta que el campo fiscal la pesquería sigue enfrentada a problemas de orden impositivo tales como los concernientes a las Leyes 10811, 11537 y 13836 que recargan los costos de exportación. Las continuas regulaciones arancelarias de tipo proteccionistas que gravan no solo los bienes de capital sino, lo que es peor, los insumos utilizados por la pesquería. Esto es más grave por lo hecho de que las empresas pesqueras reciben el producto de sus exportaciones con un dólar al cambio de certificado de divisas. Para producir deben importar pero con un cambio recargado en 10% o sufrir el alza de costos correspondientes al mercado libre.
 
Existen otros problemas de costos de embarque que atañen a los industriales de algunos puertos, como son los falsos muellajes y/o imposiciones por cada tonelada exportada invocándose la construcción de muelles, que incluso ya han sido construidos.
 
Naturalmente, estos no son los únicos problemas que deben afrontar la industria harinera. Efectivamente, frente a un consumo mundial que deberá seguir incrementándose, existe el hecho incontrovertible de que en la actualidad el Perú es el único país que potencialmente esta en aptitud de poder cubrir tal crecimiento. Por lo tanto, nuestro país se ve ante la necesidad de tener que encontrar una solución que le permita un mayor desarrollo de su pesquería a base de óptimo aprovechamiento de su recurso, que ahora es compartido antieconómicamente para el país por las aves guaneras y otros depredadores.
 
Sin embargo, en la relación a las peculiaridades del mercado en que actúan los productores de harina, existe otro problema que de no ser resuelto oportunamente puede acarrear una posición sumamente crítica, y es el relacionado con el desarrollo de productos sucedáneos, tales como la soya por ejemplo, que sólo aguardan cualquier eventual alza de precios para desplazarnos del mercado.
 
El planteamiento de estos problemas impone la necesidad de adoptar una actitud alerta y previsora que debería plasmarse en la creación de un gran Instituto Tecnológico de Harina de Pescado, dedicado tanto a la investigación como a la promoción del uso de las proteínas derivadas del pescado en los diversos campos de la alimentación, sea animal, sea para consumo humano.
 
Obviamente, se hará necesario no sólo mantener los costos de producción, sino bajarlos a fin de que la harina pueda competir con ventaja si fuese posible frente al previsible desarrollo de los productos sucedáneos.
 
Por otra parte, se ha hecho hincapié en muchos estudios e informes de los problemas que tiene la industria pesquera en materia de instalaciones portuarias.  Las deficiencias en el ataque irrogan pérdidas de tiempo, deterioro en la calidad de anchoveta y otros perjuicios que generan mayores costos de producción.
 
Asimismo, la demora en los embarques de harina, precisamente por las dificultades portuarias, también ocasiona recargos en los costos de embarque y es así como la pesquería está sufriendo las consecuencias de las deficientes instalaciones portuarias existentes. No cabe duda que tratándose de obras de infraestructura, es el Estado el llamado a resolver este problema.
 
De otro lado, la necesidad cada vez más imperiosa de contrarrestar los efectos de la inflación interna de costos, hace imprescindible que toda la industria se prepare para efectuar los embarques a granel.
 
El Perú, pues, se encuentra ahora ante otra decisión que no puede ser soslayada: consolidar y revitalizar la industria de harina de pescado (primera del mundo y la mayor entre los peruanos) promover la superación y perfeccionamiento que puede y debe aspirar.
 
No se alcanza integralmente a comprender todos los efectos de esa histórica decisión, si no se considera la pesquería dentro de su marco real, es decir, dentro de una política pesquera, una conciencia pesquera y un Código de Pesquería definitivo que le permita alcanzar su pleno desarrollo industrial mediante el logro de su estabilidad tributaria y su ubicación precisa en relación a las demás ramas de la actividad económica.  Es indudable que estas dos condiciones básicas que deberá tener el Código de Pesquería junto a un adecuado régimen de incentivos, deberán hacer posible que el Perú consolide primero su pesquería, se perfeccione luego y alcance después la meta que sustenta el principio peruano de las 200 millas:  la plena ocupación económica de su cuarta región.
 
Al terminar este capítulo debo hacer particular referencia a la colaboración de los trabajadores del mar y de los empleados y obreros de las plantas que han actuado al lado de la empresa con la decisión y constancia propias de un naciente y peculiar espíritu pesquero.
 
Es de notar que en la política que preconizamos se han obtenido instituciones de protección social únicas en el mundo y que consagra la Caja de Beneficios Sociales del Pescador, abarcando todos los sectores de los trabajadores del mar.
 
No se concibe ya en el mundo moderno el aislamiento entre el sector público y el privado.  La empresa privada tiene deberes y responsabilidades con la comunidad nacional y los cumple ejercitando derechos sin los cuales no podría existir ni cumplir su misión.
 
En la pesquería, el sector privado ha reunido, en la Sociedad que presido, la expresión de todos sus anhelos, esfuerzos y aspiraciones y ha podido por este medio, prestar al país una contribución que es notoria y evidente, al tiempo que sirve también a sus asociados con eficiencia indudable en sus problemas comunes de orden legal, tributario, social y de información seria y consistente, con servicios apropiados y organizados de manera ejemplar imposibles de obtener a nivel individual.
 
Ha logrado, la sociedad, colectar, depurar y centralizar información estadística interna y externa, indispensable para que los productores puedan tomar las decisiones que consideren más adecuadas dentro de una política eficaz de comercialización.
 
Con las universidades de San Marcos, Nacional Agraria y Católica, la Sociedad ha suscrito convenios de investigación científica en los diferentes problemas técnicos de la pesquería y tiende a vincularse más y más con la universidad peruana en general.
 
En el exterior, nuestra institución actúa con intensidad en la FAO, la OIT, la Asociación Internacional de Productores de Harina de Pescado, la Organización de Productores-Exportadores de Harina de Pescado y otras entidades conectadas con la actividad institucional, dirigida siempre al servicio de los más altos intereses soberanos del Perú.
 
Toda esta estructura institucional es la que la industria requiere para poder ejercer ante el Estado una verdadera función representativa, en el sentido de realizar en colaboración con el poder público una función dinámica moderna y autorizada a plenitud, para sostener un diálogo permanente y constructivo.  Es, en sí, la personificación jurídica de nuestro sector y esta pronta a cumplir sus fines con la más elevada y consciente responsabilidad.
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